sábado, 19 de julio de 2014

Bodega Picos Cabariezo

Nos pegamos una escapada a uno de esos lugares que existen en España para perderse, en uno de esos sitios donde en cada rincón te encuentras una historia, una manera de vivir y, como no, una manera de sentir y hacer el vino, nos referimos a Liébana y concretamente, donde está situada, a 300 metros de altura, la Bodega Picos Cabariezo en Cabezón de Liébana (Cantabria). 

Visitamos esta bodega gracias a una invitación gratuita del hotel donde nos alojamos, el comienzo es a las 12 de la mañana justo en la puerta para así admirar la zona donde se cultiva la viña, es a una hora muy buena para tomar un vino y alegrar el paladar. Tras una breve explicación sobre como fundaron un grupo de amigos este lugar y las dificultades que pasaron para iniciar el proyecto, nos llevan donde se cuece el caldo y se elabora los tintos, blancos y, un vino del que ya hablamos hace algún tiempo aunque no habíamos catado antes, de hielo
Vemos los depósitos de acero y la zona donde se almacenan las barricas y nos damos cuenta que esta bodega tiene una producción pequeña pero de gran calidad, el esmero y la dedicación son pilares fundamentales.








Y por último, donde disfrutamos más los visitantes, la cata. Nos dan a probar su blanco, que huele a fruta blanca, poco a alcohol y aroma corto, al probarlo es suave y pasa bien, en sus tintos nos ofrecen el Picos Joven y el Picos Roble, el primero, para ser un vino de año o cosechero o como lo llaméis en cada sitio, tiene un color tipico de la variedad de uva Mencía, cereza vivo tirando a grana en sus bordes, destaca un aroma a fruta y el alcohol apenas se nota al igual que en boca donde el sabor se queda alrededor de 4 segundos y hace que se te apetezca dar otro sorbo. El segundo a simple vista se nota que ha pasado por barrica ya que su color baja un tono y se vuelve más pardo, en su aroma también se nota el paso por madera ya que se suaviza y tiene olor a fruta madura. Y por último nos ponen Hielu de Picos, un vino elaborado, como su nombre indica, con la técnica de los vinos de hielo es bajo en alcohol, pasa muy bien por boca y te deja una sensación al terciopelo, toda una novedad para crónicas vinícolas que escribimos de este vino pero nunca lo habíamos catado.
Para rematar esta verdadera cata nos ponen unas pequeñas tostas con productos, patés y mermeladas, elaborados por ellos junto con una tapa de chorizo y, como no, sus licores y orujos destacando la crema de orujo con café y sumándolo todo con la cercanía y el cariño de Michel nuestro guía.

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