Para nosotros este caldo ha sido todo un descubrimiento, lo primero que llama la atención es la forma de su botella parecida a las de Tio Pepe. Al quitar el tapón descubrimos el color del líquido impregnado en él es morado, poderoso, fuerte, con mucha personalidad pero nada tiene que ver con el color del vino cuando lo vertimos en la copa, ¡cómo se transforma! se nota que ha pasado 8 meses en barrica de roble francés y ahora es de color picota con un tono a madera en los bordes. Cuando lo olemos pasa muy bien, suave, no se nota nada el alcohol, y abarca la nariz completa.
Lo movemos en la copa y apreciamos sus lágrimas, su sabor, equilibrado, envuelve la lengua y no destaca en ninguna zona en especial, al instante de tomarlo saboreamos las frutas silvestres y mora y se queda un tono áspero en la boca durante unos 7 u 8 segundos, largo, donde resaltan esos sabores terciarios a madera.
Nosotros lo acompañamos embutidos ibéricos y un queso curado ¡toda una revelación para los sentidos!
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